Ana Rita Sá-Leite (a,b), Juan Haro (c), Montserrat Comesaña (d,e), e Isabel Fraga (b)
(a) Dept. de Psicología Experimental, Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento, Universidad de Granada, España
(b) Cognitive Processes and Behaviour Research Group, Dept. de Psicología Social, Básica, y Metodología, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, España
(c) Dept. de Psicología, Research Center for Behavior Assessment (CRAMC), Universidad Rovira i Virgili, Tarragona, España
(d) Research Unit in Human Cognition, Centro de Investigação em Psicologia (CIPsi), School of Psychology, University of Minho, Braga, Portugal
(e) Nebrija Research Center in Cognition (CINC), Universidad Nebrija, Madrid, España

(cc) Ana Rita Sá.
Nuestro cerebro está cableado ancestralmente para detectar y procesar estímulos que son relevantes para la supervivencia, como los dotados de animacidad (es decir, las entidades que están vivas; por ejemplo, los murciélagos). Existe amplia evidencia de que muchas áreas de nuestra cognición les dan a los entes animados un procesamiento especial en comparación con los entes inanimados, incluso cuando los segundos pueden constituir una amenaza para la vida (vehículos). En un estudio reciente encontramos que el simple hecho de nombrar en voz alta un sustantivo puede diferir cuando se comparan sustantivos animados e inanimados, debido a mecanismos atencionales que favorecen a los primeros y a un procesamiento conceptual más profundo de la animacidad en detrimento de otras características menos relevantes como el género gramatical.
Leer más →