Fernando Gordillo (a), Lilia Mestas (b), José M. Arana (c), Juan José G. Meilán (c), Miguel A. Pérez (a)
(a) Dept. de Ciencias de la Salud, Universidad Camilo José Cela, España
(b) Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Universidad Nacional Autónoma de México, México
(c) Dept. de Psicología Básica, Psicobiología y Metodología, Universidad de Salamanca, España
La valoración que los demás hacen de nuestra personalidad tiene un importante efecto sobre las interacciones sociales. La emoción expresada juega un importante papel en esta valoración (p.ej., la sonrisa nos hace parecer más extrovertidos). Sin embargo, no le damos tanta importancia a la información previa que tiene el perceptor sobre nosotros ni a la coherencia entre esta información y la expresión percibida. En el presente artículo analizaremos cómo todos estos factores condicionan la impresión que causamos a los demás, muy importante, por ejemplo, cuando hacemos una entrevista de trabajo, cuando nos “evalúan” como posibles parejas, o cuando nos enfrentamos a un juicio.
En muchas situaciones deseamos causar buena impresión y de manera intuitiva sabemos que las emociones que expresamos a través del rostro son un factor importante en este cometido (López, Gordillo y Grau, 2016). La expresión facial de las emociones tiene un peso importante en la formación de impresiones, es decir, sobre cómo nos ven los demás: ¿La sonrisa nos hace parecer más atractivos o inteligentes? ¿La ira hace que nos vean más introvertidos? ¿Quizá la expresión de miedo me haga parecer más sensible? Nuestra experiencia cotidiana corrobora muchas de estas creencias, en tanto que aquéllos que sonríen con frecuencia son probablemente más extrovertidos que quienes no lo hacen a menudo. Pero la cuestión se complica cuando entra en juego la información previa que el perceptor tiene sobre la persona que expresa una emoción (¿Qué sé de esta persona? Si es un familiar conozco muchos aspectos de su vida, pero sabré poco si es una persona que he conocido recientemente). Además, la coherencia entre la información previa y el tipo de emoción expresada a través del rostro podría jugar un papel determinante en la impresión causada en un momento dado (Gordillo, Arana, Meilán, Mestas y Pérez, 2017). Estudiar estas variables nos permitiría empezar a comprender cómo influyen los aspectos verbales y no verbales en la formación de impresiones.
Con este objetivo se realizó un experimento (Gordillo y col., 2017) en el que participaron 301 estudiantes de la Universidad de Salamanca a los que se les pidió que, a partir de una fotografía, valoraran las características de la personalidad de una mujer a la que previamente se le habían asociado una serie de palabras que describían diferentes momentos de su vida, con un contenido positivo o negativo (véase la Figura 1). De esta forma se pretendía saber el efecto de la “información previa” sobre la valoración de la personalidad. Por otro lado, también se varió el tipo de expresión emocional mostrada, que podía ser de alegría, tristeza o neutra, para saber su efecto sobre la valoración de la personalidad. Junto a esto, la expresión emocional (alegría o tristeza) podía aparecer en el mismo momento en el que se facilitaba la información (Fase I) o en el momento de la valoración (Fase II) (véase la Figura 1). Planteado así, el experimento trataba de esclarecer qué efecto tendrían la información previa, el tipo de expresión facial y el momento en el que se expresaba ésta, sobre la valoración de la personalidad.
Los resultados mostraron que la persona era considerada más estable (Figura 2), más amable (Figura 3) y más sociable (Figura 4) sólo cuando la información previa y la expresión facial eran positivas, coherentes (información positiva y expresión de alegría) y cuando ambas se presentaban por separado.
Pero, ¿son relevantes en nuestra vida diaria las valoraciones que los demás realizan sobre nuestra personalidad? Pues lo son y mucho, porque cuando realizamos inferencias sobre alguien estamos al mismo tiempo intentando predecir su conducta (Stecher y Counts, 2008) y condicionando por lo tanto las decisiones que tomaremos respecto a nuestra relación con esa persona en ámbitos tan diferentes como el laboral (¿Tendrá un buen rendimiento este trabajador?), el personal (¿Será una pareja adecuada para mí?) o el judicial (¿Será culpable el acusado?). En el momento de tomar una decisión en la que esté involucrada una persona, se recuperará con mayor facilidad la información congruente con la personalidad que le atribuimos, independientemente de que esta información se ajuste a la realidad o no. Por ejemplo, si inferimos en un sujeto niveles de responsabilidad y sociabilidad bajos, la información que nos llegue referida a su conducta y congruente con estas inferencias (p.ej., en ocasiones se olvidaba de recoger a sus hijos del colegio, casi nunca me saludaba y siempre parecía abstraído), tendrá mayor saliencia y, por lo tanto, se codificará, almacenará y recuperará con mayor efectividad, que aquella información que no sea congruente con la inferencia realizada (p.ej., siempre se comportaba bien y parecía muy cariñoso con sus hijos; Gordillo y col., 2017).
En base a los resultados obtenidos en esta investigación, la valoración de los rasgos de la personalidad estaría modulada por el grado de coherencia entre la información previa que el perceptor tiene de la persona evaluada (p.ej., es optimista, le gustan los deportes de aventura y disfrutar de la familia) y la expresión emocional percibida (p.ej., manifiesta alegría a través del rostro) y además, habría que tener en cuenta que la información sobre la persona evaluada debería activarse en un momento diferente a la información percibida a través del rostro. De esta forma se explicaría por qué es mejor acudir a una entrevista de trabajo cuando la persona que nos va a entrevistar tiene de manera previa información positiva sobre nuestra vida, ya que en ese momento una sonrisa podría estar facilitando en mayor grado que nos perciban como una persona estable, amable y sociable. Por lo tanto, la clave para mejorar la impresión que causamos estaría en parecer coherentes y positivos.
Referencias
Gordillo, F., Arana, J. M., Meilán, J. J. G., Mestas, L., y Pérez, M. A. (2017). The timely expression of coherence helps cause the right impression. Anales de Psicología, 33, 211-217.
Gordillo, F., Mestas, L., Arana, J. M., Pérez, M. A., Escotto, E. A. López, R. M., y Pérez, F. (2017). The effect of information bias on the impressions formation: Courtroom implications. Journal of Criminal Psychology, 7, 47-57.
López, R. M., Gordillo, F., y Grau, M. (2016). Comportamiento no verbal. Más allá de la comunicación y el lenguaje. Madrid: Pirámide.
Stecher, K., y Counts, S. (2008). Spontaneous inference of personality traits and effects on memory for online profiles. En: Proceedings of the International AAAI Conference on Weblogs and Social Media (ICWSM).
Manuscrito recibido el 14 de abril de 2017.
Aceptado el 19 de julio de 2017.