Iván Moratilla Pérez (a), Esther Gallego García (b) y Francisco Javier Moreno Martínez (c)
(a) Asociación de familiares de personas con Alzheimer de Arganda del Rey, Madrid, España
(b) Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de Jaén, España
(c) Dept. de Psicología Básica I, Universidad Nacional de Educación a Distancia, España
La humanidad y el arte forman un matrimonio indisoluble, no es posible concebir la una sin el otro. Incluso antes de fabricar el primer instrumento musical, la humanidad ya cantaba; antes de emplear un lienzo, pintó sobre la pared de una cueva. Las manifestaciones creativas se dan invariablemente “en la riqueza y en la pobreza”, pero también “en la salud y en la enfermedad”. En este artículo introducimos al lector a la temática del arte y la demencia, destacando la capacidad creativa de los pacientes, e incluyendo ejemplos de propuestas educativas que algunos museos desarrollan para personas con esta dolencia.
Willem de Kooning, referente puntero del expresionismo abstracto, fue galardonado en 1986 con la Medalla Nacional de las Artes del congreso estadounidense: el más alto honor concedido a un artista en el país norteamericano. Tenía entonces 82 años. Poco tiempo antes había concluido varias obras. De hecho, entre 1981 y 1986 llegó a pintar 254, una cifra sumamente llamativa, más aun si tenemos en cuenta que, en su madurez, rematar algunos de sus trabajos podía llevarle más de un año. Con los 78 cumplidos, la técnica del pintor neerlandés había evolucionado. Fondos claros y colores primarios, formas sinuosas que desconciertan al espectador. Las pinceladas se mueven rítmicamente, el artista es pura acción frente al caballete. Su nuevo arte es fecundo, chillón, lleno de vida. Su diagnóstico a esa edad: enfermedad de Alzheimer.
El caso de Willem de Kooning no representa un fenómeno aislado. Según apunta Zaidel (2014), algunos artistas con demencia tipo Alzheimer, u otros tipos de demencia, continúan produciendo arte a pesar de la condición neurodegenerativa que padecen, sin que ello suponga una reducción de sus expresiones artísticas. Independientemente de los cambios en la complejidad de sus producciones, su conducta creativa no suele verse mermada hasta que el deterioro motor es tan severo como para comprometer, de manera significativa, su destreza manual.
Más interesante, si cabe, resulta comprobar cómo algunas personas con demencia, sin un bagaje creativo previo, comienzan a exhibir conductas artísticas de forma espontánea tras el inicio del síndrome (Chakravarty, 2011; Miller y Miller, 2013; Viskontas y Miller, 2013). Tal circunstancia podría darse cuando el hemisferio cerebral dominante típicamente el izquierdo se deteriora y, por consiguiente, su control sobre el hemisferio derecho, presumiblemente más creativo, disminuye. Esta “facilitación funcional paradójica”, en virtud de la cual florecen la creatividad o las inquietudes artísticas en algunas personas con demencia, no es en absoluto desconocida para la investigación científica (Kapur y col., 2013).
No en vano, existe evidencia empírica del potencial creativo durante la demencia. En un experimento reciente se encargó a 122 especialistas en arte que determinasen, basándose en criterios de composición y estilo, si las imágenes que se les mostraban correspondían a creaciones de artistas profesionales o si, por el contrario, estaban realizadas por individuos sin experiencia artística previa. Los especialistas, que desconocían que la mitad de las obras pertenecían a personas con demencia, atribuyeron un número significativo de veces los trabajos de los pacientes a creaciones de artistas profesionales (Belver y Ullán, 2017).
Naturalmente, el gusto estético puede darse también en ausencia de producción artística. Lo cierto es que la relación con el arte abarca un amplio espectro, que va desde conductas más activas (creación) a conductas más pasivas (contemplación). El arte es para todos; no hay razón para ceñir sus beneficios potenciales a una élite o a un colectivo limitado. De acuerdo con el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad y a gozar de las artes”. Bajo esta premisa, la XIII Asamblea General del Consejo Internacional de Museos invitó, hace ya más de tres décadas, a que la oferta educativa y de accesibilidad de los museos considerase a todas las personas, independientemente de su (dis)capacidad. Esta iniciativa ha ido asentándose de forma paulatina pero sólida, dando lugar a una multiplicidad de programas educativos dirigidos a públicos con necesidades específicas de aprendizaje y comunicación.
Sirviéndose de técnicas enmarcadas dentro de las terapias no farmacológicas, diversos museos y centros de arte contribuyen, en la actualidad, a estimular las capacidades cognitivas y afectivas de las personas con demencia, al tiempo que previenen su aislamiento y exclusión social. Citemos algunos ejemplos:
El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), a través de su programa “Meet me at MoMA”, organiza visitas para pacientes y sus cuidadores. Pone especial interés en el modo de interactuar con los participantes, utilizando el lenguaje corporal y hablando claramente. Persigue conectar de forma empática y compartir experiencias vitales. Su objetivo fundamental consiste en contemplar, debatir o crear arte, a fin de convertirlo en un medio de expresión individual.
El Museo de Bellas Artes de Murcia (MuBAM) organiza programas culturales y sociales dirigidos a personas con demencia y sus familiares. Además de visitas a la colección del museo, se proponen salidas al conjunto monumental de San Juan de Dios de Murcia. Entre las técnicas empleadas por los organizadores destacan estrategias de tipo cognitivo, emocional o de reminiscencia. En una de sus propuestas se anima a los participantes a crear una “maleta del recuerdo”, guardando en ella objetos que conmemoren eventos representativos de su pasado.
El Museo Nacional del Prado ha desarrollado diversos proyectos educativos a lo largo de los años. Su patrimonio es el instrumento y el principal motivador para nutrir el interés por el conocimiento y el arte. Las educadoras trabajan el recuerdo y la atención de los pacientes, enriqueciendo las actividades con estímulos visuales, fragantes, táctiles y musicales. Además, se llevan a cabo dinámicas de reminiscencia, en las que se dialoga a través del lenguaje verbal y gestual. También se impulsa la elaboración de obras artísticas y, durante el año 2016, se organizaron en Madrid dos exposiciones con creaciones de los propios pacientes (Moratilla-Pérez y de Frutos-González, 2017).
Habitualmente se afronta la demencia mediante psicoterapia y agentes farmacológicos. Se investigan también métodos de prevención, vacunas… El manejo eficaz del síndrome es el horizonte hacia el que encaminamos los pasos. Sin embargo, desconocemos el tiempo que emplearemos en recorrer el camino. Conviene recordar, entretanto, que el cerebro trabaja con estímulos sensoriales y que las artes ofrecen vías de expresión y de disfrute estético de primera magnitud. Lo que hemos oído, visto o sentido conforma nuestra individualidad única y diferente. Así, una melodía, un paisaje, o la combinación de varios colores consiguen llegar a ese rincón donde se aloja nuestra identidad; quizá la parte más difícil de olvidar.
Referencias
Belver, M.H. y Ullán, A.M. (2017). Artistic creativity and dementia. A study of assessment by experts. Arte, individuo y sociedad, 29 (Núm. Especial), 127-138.
Chakravarty, A. (2011). De novo development of artistic creativity in Alzheimer’s disease. Annals of Indian Academy of Neurology, 14, pp. 291-294.
Kapur, N., Cole, J., Manly, T., Viskontas, I., Ninteman, A., Hasher, L. y Pascual-Leone, A. (2013). Positive clinical neuroscience: explorations in positive neurology. Neuroscientist, 19, 354-369.
Miller, Z.A. y Miller, B.L. (2013). Artistic creativity and dementia. Progress in Brain Research, 204, pp. 99-112.
Moratilla-Pérez, I. y de Frutos-González, E. (2017). La persona con demencia y el Museo Nacional del Prado: el arte de recordar. Arte, Individuo y Sociedad, 29 (Núm. Especial), 25-43.
Viskontas, I.V. y Miller, B.L. (2013). «Art and dementia: how degeneration of some brain regions can lead to new creative impulses» En: Neuroscience of Creativity, eds. A.S. Bristol, O. Vartanian y A.B. Kaufman (Cambridge, Mass: MIT Press), pp. 115-132.
Zaidel, D.W. (2014). Creativity, brain, and art: biological and neurological considerations. Frontiers in Human Neuroscience, 8:389. doi: 10.3389/ fnhum.2014.00389
Manuscrito recibido el 5 de enero de 2018.
Aceptado el 2 de febrero de 2018.
Ésta es la versión en castellano de Moratilla Pérez, I., Gallego García, E., y Moreno Martínez, F. J. (2018). Unforgettable art. Ciencia Cognitiva, 12:2, 27-29.