José Ramón Torices Vidal
Dept. de Filosofía I, Universidad de Granada, España
A veces, justificadamente, dejamos de confiar en el testimonio de alguien cuando descubrimos que nos ha mentido en repetidas ocasiones. Pero, ¿cuál es la razón por la que asignamos a alguien menor credibilidad de la que se merece cuando nada justifica esa falta de confianza? Cuando otorgamos a una persona menos credibilidad de la que merece por pertenecer a un determinado grupo social estamos llevando a cabo un acto de injusticia testimonial. ¿Se debe esto a factores individuales (prejuicios explícitos y sesgos implícitos) o estructurales (normas y convenciones sociales, instituciones y condiciones materiales de vida)? Estos dos enfoques difieren tanto en sus versiones sobre las causas de estas injusticias como en las maneras de intervenir para resistirlas. Sin embargo, ambos enfoques pueden integrarse fácilmente.
Varios agentes de policía examinan la evidencia disponible para determinar quién puede ser el siniestro asesino que tiene a toda la ciudad en vilo con sus crímenes. Una de ellos, Lucía, propone el nombre de la persona que ella considera principal sospechosa. Inmediatamente, uno de los oficiales hombres le dice: “¡No digas tonterías, Lucía, esto es serio! Dejemos la intuición femenina para otro momento”.
Este es un caso típico de injusticia epistémica, en concreto, uno de injusticia testimonial (Fricker, 2007). La injusticia testimonial es el fenómeno por el cual la credibilidad de una persona en tanto que poseedora y proveedora de conocimiento y, por lo tanto, capaz de proveer testimonio fiable, es reducida debido a su pertenencia a un grupo socialmente desfavorecido (mujeres, minorías sexuales, étnicas, etc.). Es importante aclarar que “testimonial” debe entenderse aquí en un sentido amplio, como un juicio emitido por cualquier persona, ya sea basado en la opinión o en el testimonio directo.
Para explicar las causas de las injusticias sociales, en general, y de las testimoniales en particular, contamos con una variedad de posiciones más o menos individualistas o estructuralistas (como veremos, “individual” aquí se refiere a factores internos de las personas, mientras que “estructural” se refiere a elementos del tejido social). Las posiciones extremas defienden que, o bien las causas individuales, o bien las estructurales, son suficientes para explicar las injusticias sociales (Ayala, 2017).
Los individualistas extremos sostienen que la injusticia testimonial es sólo el resultado de una evaluación prejuiciosa del testimonio de un/una hablante, ya sea debido a un prejuicio explícito o a un sesgo implícito. Al igual que los prejuicios, los sesgos implícitos son evaluaciones que “implican asociaciones entre grupos sociales y conceptos o roles como ‘violentos’, ‘perezosos’, […] y así sucesivamente” (Brownstein y Saul, 2016, p. 1-2). Sin embargo, a diferencia de los prejuicios, los sesgos implícitos “están en gran medida fuera de la conciencia o el control” (Ibíd., p. 1). Así, estos sesgos son evaluados por medio de tareas especiales tales como el Test de Actitudes Implícitas (véase el Proyecto Implícito: https://implicit.harvard.edu/implicit/). En esta prueba se mide el tiempo de reacción de una persona para asociar palabras e imágenes con categorías sociales específicas. Dedicar más tiempo a obtener la respuesta correcta al realizar ciertas asociaciones revela la fuerza de los sesgos implícitos y es un signo de que, a nivel inconsciente, muchos de los que se someten a estas pruebas albergan, en mayor o menor medida, sesgos de naturaleza racista, sexista, clasista o todos ellos a la vez. Para los individualistas, la principal manera de reducir o acabar con las injusticias sociales es la reducción de los prejuicios explícitos o implícitos que sustentan tales injusticias.
Como reacción al individualismo extremo, los estructuralistas (Anderson, 2010; Banks y Ford, 2011; Haslanger, 2015; Ayala y Vasilyeva, 2015) consideran que el análisis individualista no sólo es erróneo, sino que también es peligroso. Es erróneo porque los prejuicios o sesgos implícitos son algunas de las consecuencias de vivir en sociedades injustas y desiguales más que las causas de las injusticias. Es peligroso como paradigma porque invisibiliza la naturaleza estructural de las injusticias que debemos combatir si queremos hacer que nuestras sociedades sean más justas e igualitarias. La dimensión estructural abarca desde aspectos institucionales y normas sociales hasta las condiciones materiales de vida de las personas que son objeto de injusticias. Como señala Haslanger (2015), la injusticia y la desigualdad en forma de racismo o sexismo, por ejemplo, pueden seguir existiendo incluso en sociedades libres de prejuicios y sesgos implícitos raciales o sexistas. Acabar con dichos prejuicios, por lo tanto, no implica acabar con las injusticias y las desigualdades sociales existentes, lo que hace que el enfoque individualista extremo sea insuficiente por sí mismo. Para los estructuralistas extremos, el objetivo de quienes buscan combatir las injusticias sociales debe ser “el alivio de las desigualdades sustantivas, no la erradicación de los sesgos inconscientes” (Banks y Ford, 2011, p. 2). Este tipo de estructuralismo tiene que afrontar las críticas de los partidarios del individualismo. Dos de las críticas más importantes son, por un lado, la imprecisión con que a veces se caracteriza la dimensión estructural y, por otro lado, la dificultad de combinar de manera satisfactoria lo estructural y lo agencial (Ayala, manuscrito sin publicar).
Estos dos marcos son incompatibles sólo si se acepta que cada uno de ellos es suficiente por sí mismo para comprender y resolver el problema. Sin embargo, hay razones más que suficientes para rechazar esta visión excluyente. Las posiciones moderadas sostienen que tanto los factores individuales como los estructurales son necesarios para explicar las injusticias (Ayala, 2017). Éstas abrazan un marco en el que lo estructural y lo individual son dimensiones interdependientes, ambas necesarias para emprender los cambios sociales necesarios para abordar eficazmente las injusticias sociales (Madva, 2017; Saul, en prensa).
Referencias
Anderson, E. (2010). The Imperative of Integration. Princeton University Press.
Ayala, S. (manuscrito sin publicar). Structures & Agency. Metaphysics & Explanations. (Un resumen de este artículo puede encontrarse en la web de la autora: https://sarayayala.weebly.com/work-in-progress.html)
Ayala, S. (2017). Comments on Alex Madva’s “A plea for anti-anti-individualism: How oversimple psychology mislead social policy”, The Brains Blog, March 6.
Ayala, S., y Vasilyeva, N. (2015). Explaining injustice in speech: Individualistic vs. structural explanation. En Noelle, D. C., Dale, R., Warlaumont, A. S., Yoshimi, J., Matlock, T., Jennings, C. D., & Maglio, P. P. (Eds.) Proceedings of the 37th Annual Meeting of the Cognitive Science Society. Austin, TX: Cognitive Science Society, 130-135.
Banks, R. R., y Ford, R. T. (2011). Does unconscious bias matter? Poverty & Race, 20, 1–2.
Brownstein, M., y Saul, J. (eds.) (2016). Implicit Bias and Philosophy, Volume 1: Metaphysics and Epistemology. Oxford University Press.
Fricker, M. (2007). Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing. Oxford University Press.
Haslanger, S. (2015). Distinguished Lecture: Social structure, narrative and explanation. Canadian Journal of Philosophy, 45, 1-15.
Madva, A. (2016). A plea for anti-anti-individualism: How oversimple psychology misleads social policy. Ergo: An Open Access Journal of Philosophy, 3, 701-728.
Saul, J. (en prensa). (How) Should we tell implicit bias stories? Disputatio.
Manuscrito recibido el 13 de julio de 2018.
Aceptado el 10 de noviembre de 2018.
Ésta es la versión en español de
Torices Vidal, J. R. (2018). “Don’t talk foolish, this is serious!” The debate on the causes of epistemic injustice. Ciencia Cognitiva, 12:3, 77-79.