“Si yo lo sé, tú también lo sabes”: El sesgo de transparencia ilusoria en niños y adultos

Cristina Gordo y Sergio Moreno-Ríos
Dept. de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad de Granada, España

(pexels) Talal Hakim.

(pexels) Talal Hakim.

Las interacciones sociales requieren adoptar la perspectiva de otras personas. Esta tarea se ve dificultada por la existencia de sesgos cognitivos producidos al asumir que el conocimiento de los otros es igual al nuestro. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se envía un mensaje sarcástico sin la información necesaria para que la otra persona lo interprete como tal. El error se denominó “transparencia ilusoria”, creyendo que el origen estaba en considerar que nuestras intenciones son “transparentes” para los otros. Estudios posteriores de nuestro laboratorio confirman la existencia del error en niños y adultos, aunque cuestionan esta explicación.

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Cuando valoramos la perspectiva de otras personas solemos cometer una serie de errores sistemáticos o sesgos. Entre ellos, tendemos a asumir que otra persona es poseedora de un conocimiento igual (o similar) al nuestro (Royzman, Cassidy y Baron, 2003). Uno de estos sesgos es el sesgo de transparencia ilusoria (Keysar, 1994). Para evaluarlo en laboratorio se han creado situaciones de comunicación sarcástica que requieren distinguir entre lo que se dice literalmente (p.ej., “Pedro es simpático, increíblemente simpático”) y lo que realmente se quiere decir (p.ej., “Pedro es antipático”). Los resultados disponibles han mostrado que cuando una persona conoce que un mensaje es sarcástico, tiende a creer que otras personas también interpretarán ese mensaje como sarcástico, incluso cuando no disponen de la información necesaria para ello (p.ej., los otros no conocen a Pedro). En su trabajo original, Keysar (1994) propuso que este error se debe a que la persona asume que la intención sarcástica del emisor es “transparente” para sus receptores (éstos pueden “ver” la intención del emisor) y, por ello, lo denominó “error de transparencia ilusoria de la intención” (Keysar, 1994).

La transparencia ilusoria es, a menudo, evaluada a través de relatos que implican la interacción entre dos personajes. En uno de estos relatos, David pide a su compañera de trabajo, Julia, que le recomiende un lugar donde ir a cenar. David sigue la recomendación de Julia y cena esa noche en el restaurante. A la mitad de los participantes se les describe la experiencia de David en el restaurante como negativa (la comida era mediocre y el servicio horrible), mientras que a la otra mitad se les describe como positiva (la comida era deliciosa y el servicio impecable). Al día siguiente, David va al despacho de Julia para contarle cómo fue su cena, pero no la encuentra, así que decide dejarle una nota con el siguiente mensaje: “¿Querías saber cómo me fue en el restaurante? Fue maravilloso, realmente maravilloso…”. A los participantes se les pregunta si David tiene la intención de ser sarcástico y si Julia, la destinataria, interpretará el mensaje de David como sarcástico. Cuando la experiencia de David es negativa, los participantes correctamente asumen que David tiene la intención de ser sarcástico. El error (o sesgo) de los participantes se produce cuando han de predecir la interpretación que hará Julia del mensaje. Julia desconoce cómo fue la experiencia de David y, por lo tanto, solo puede interpretar su mensaje de forma literal, sincera (todo fue genial). Precisamente, la mayoría de los participantes responden así. Sin embargo, algunos cometen el sesgo de transparencia ilusoria (Keysar, 1994), afirmando que Julia interpretará el mensaje como sarcástico con mayor frecuencia cuando la experiencia fue negativa.

En un estudio reciente Gordo y Moreno-Ríos (2019) demostraron que los escolares de entre 8 y 13 años muestran también el sesgo, al igual que los adultos. Además, la magnitud del sesgo no varía en estas edades, ni cuando se compara al de los adultos (Moreno-Ríos, Rodríguez-Gualda y Rodríguez-Menchén, 2011), a diferencia de lo que ocurre con otros errores de inferencia en la atribución (Rafetseder, Schwitalla, y Perner, 2013; Gómez-Sánchez, Ruiz-Ballesteros, Moreno-Ríos, 2020). Un hallazgo de interés en las respuestas sesgadas fue que no se encontró relación entre la atribución de intención de David y la atribución de detección de sarcasmo a Julia. Por lo tanto, el error podría no deberse a la “transparencia de la intención”.

¿Cómo sucede el sesgo entonces? En trabajos posteriores, Keysar (2000) sugiere una explicación alternativa según la cual el sesgo sería producto de un “cambio” de significado introducido en el mensaje original por parte del receptor. En concreto, algunos participantes sentirían que el mensaje de David informa claramente de que la experiencia fue mala cuando conocen que la experiencia de David fue negativa. Sería algo parecido a si pudieran oír en el mensaje una entonación especial, que añade esa información. Pese a que los niños más mayores son más hábiles a la hora de detectar que David no tiene la intención de ser sincero, tanto los pequeños como los más mayores “transformarían” el mensaje con la misma frecuencia. Es decir, afirmarían el mismo número de veces que Julia es capaz de detectar que David no está siendo sincero en su mensaje.

Esta explicación encaja mejor con los resultados obtenidos con niños y, en general, con el resto de sesgos egocéntricos, los cuales sitúan el origen del sesgo de transparencia ilusoria, no en un error en la atribución de la intención (“transparencia de la intención”), sino en la dificultad de distinguir entre el propio conocimiento y el conocimiento de los otros. Esta dificultad ha sido extensamente estudiada con las tareas de la falsa creencia en los estudios sobre la adquisición y desarrollo de la Teoría de la Mente. Estos estudios muestran que, aunque sobre los cuatro años la mayoría de las personas comprenden que los otros pueden tener creencias distintas a las de uno mismo y que esta habilidad mejora con la edad (Barone, Corradi y Gomila, 2020), incluso los adultos seguirán mostrando dificultades. Así, aunque existe controversia respecto al origen del error, adultos y niños parecen atribuir con igual frecuencia al receptor de un mensaje un conocimiento que, en realidad, no tiene. Esto les hace igualmente proclives a vivir los efectos, y a veces los estragos, que provoca este sesgo en nuestras comunicaciones cotidianas.

Referencias

Gómez-Sánchez, J., Ruiz-Ballesteros, J. A., y Moreno-Ríos, S. (2020). How children and adults keep track of real information when thinking counterfactually. PLOS ONE, 15(12).

Gordo, C. y Moreno-Ríos, S. (2019). Children’s illusory transparency of intention: Construal versus pragmatic views. Discourse Processes, 56, 331-344.

Keysar, B. (1994). The illusory transparency of intention: Linguistic perspective taking in text. Cognitive Psychology, 26, 165–208.

Keysar, B. (2000). The illusory transparency of intention: Does Julia understand what Mark means because he means it? Discourse Processes, 29, 161–172.

Moreno-Ríos, S., Rodríguez-Menchen, M. A., y Rodríguez-Gualda, I. (2011). Bias in perspective-taking during reading: Adjusting the knowledge of characters. Journal of Pragmatics, 43, 1977–1986.

Rafetseder, E., Schwitalla, M., y Perner, J. (2013). Counterfactual reasoning: From childhood to adulthood. Journal of Experimental Child Psychology, 114, 389-404.

Royzman, E. B., Cassidy, K. W., y Baron, J. (2003). “I know, you know”: Epistemic egocentrism in children and adults. Review of General Psychology, 7, 38–65.

Manuscrito recibido el 6 de mayo de 2020.
Aceptado el 15 de marzo de 2021.

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