Elena Cañadas
Dept. de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento, Universidad de Granada, España
Ponemos un especial interés en expresarnos con palabras, pero olvidamos que, en ocasiones, nuestras emociones, nuestra cara e incluso una simple mirada pueden ser más precisas que la más detallada de las explicaciones. Recientes investigaciones van más allá, y señalan que nuestras preferencias, deseos y prejuicios pueden estar influidos por la mirada y las expresiones faciales emocionales que observamos en los demás.
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Generalmente, cuando tratamos de comunicarnos dirigimos toda nuestra atención a la selección de las palabras adecuadas, olvidándonos, en la mayoría de los casos, de nuestra expresión no verbal. Sin embargo, tal y como sucede con las palabras, nuestra cara es una importante fuente de información. De hecho, percibir una cara no sólo nos permite identificar a quienes nos rodean, también resulta determinante en nuestras interacciones sociales. Probablemente por ello, los procesos psicológicos involucrados en la percepción de caras están presentes desde el nacimiento, son complejos, y están representados en amplias áreas cerebrales (Nelson, 2001). Desde un punto de vista evolutivo, es importante para la supervivencia no sólo entender qué es lo que la otra persona está haciendo en ese preciso instante, sino también prever cuáles serán sus intenciones futuras. Una manera de conseguirlo es a través del procesamiento de sus cambios de atención (señalados por el lugar hacia el que mira), ya que éstos reflejan cambios de interés sobre los objetos y el ambiente que le rodea y pueden aportar un dato de gran utilidad para conocer el estado mental de esa persona, nuestra «teoría de su mente» (Baron-Cohen, 1995).
Al orientar nuestra atención en la dirección de una mirada se activa un sistema neural dedicado a la codificación social de los estímulos. Perret y col. (1985) demostraron que determinadas células del Surco Temporal Superior (STS) del mono codifican la dirección de la mirada, y se han encontrado áreas homólogas en humanos (Allison, Puce y McCarthy, 2000). La estrecha relación entre la actividad del STS y áreas involucradas en el sistema atencional, como el Surco Parietal Inferior, sugieren que ambas podrían formar parte de una red responsable de la atención social.
Raymond, Fenske y Tavassoli (2003) demostraron que el mero hecho de ignorar un objeto daba lugar a valoraciones negativas. Presentaban pares de imágenes abstractas (también llamadas Mondrian por su semejanza con los cuadros del famoso pintor, véase la Figura 1) a un grupo de individuos. Posteriormente, se les indicaba mediante una flecha que sólo prestaran atención a una de las imágenes del par. Finalmente, se presentaba una imagen que podía ser alguna de las presentadas anteriormente (atendida o no) o una nueva, y se pedía que se la evaluara emocionalmente. Las imágenes no atendidas fueron evaluadas más negativamente que las atendidas, mientras que éstas se evaluaron igual que las que se presentaban por primera vez.
Figura 1.
En este contexto, estudios posteriores demuestran que la mirada de los demás ejerce efectos similares a nuestros propios cambios atencionales. Bayliss, Paul, Cannon y Tipper (2006) realizaron un experimento en el que se presentaba una cara mirando al frente, que rápidamente dirigía su mirada hacia la derecha o la izquierda. En ese lugar aparecía entonces un objeto que el participante tenía que categorizar (un utensilio de cocina o una herramienta). Estos autores mostraron el efecto clásico de facilitación por la mirada: dirigimos rápidamente nuestra mirada en esa dirección y somos más rápidos en discriminar el objeto. A su vez, sorprendentemente, la dirección de la mirada también afectó al nivel de agrado de los objetos percibidos. En concreto, aquéllos que se presentaban en el lugar hacia el cual se dirigía la mirada eran evaluados como más agradables.
El efecto de la mirada observada puede, además, depender de la expresión facial que la acompaña. Las áreas cerebrales involucradas en el procesamiento de la dirección de la mirada de los otros y la percepción emocional están fuertemente interconectadas y muestran una correlación en su actividad. De este modo, tendemos a preferir un objeto si observamos que alguien lo mira con una sonrisa, y por el contrario, lo rechazamos cuando la expresión de quien lo mira es de disgusto (Bayliss y col., 2006). Profundizando en este tipo de investigaciones, Jonas, DeBruine, Little, Burris y Reinberg (2007) demostraron que mujeres que observaban a otras mujeres mirando la fotografía de un hombre con expresión de felicidad aumentaban su preferencia por ese hombre, mientras que esto no ocurría cuando la expresión facial observada era neutra o negativa.
Estos procesos atencionales, además de influir en nuestras preferencias, pueden afectar a la formación de estereotipos y prejuicios sociales (Bayliss y Tipper, 2006). Atender o ignorar, observar una mirada fija en alguien o en la dirección contraria, puede hacer que nos formemos un impresión positiva o negativa de esa persona.
Los hallazgos hasta el momento indican que las preferencias, deseos y actitudes son consecuencia de la «mente social» de las personas. Sin embargo, es necesario resaltar que esta «mente social» está afectada por tempranos componentes atencionales, determinados en parte por la mirada. No obstante, la complejidad de los procesos implicados en la percepción facial, algunos resultados contradictorios y la gran cantidad de aspectos que aún están por aclarar, hacen que quede un largo camino por recorrer y con muchas ideas que explorar.
Referencias
Allison, T., Puce, A., y McCarthy, G. (2000). Social perception from visual cues: Role of the STS region. Trends in Cognitive Sciences, 4(7), 267-278.
Baron-Cohen, S. (1995). Mindblindness: An essay on autism & theory of mind. Cambridge, MA: MIT Press.
Bayliss, A. P., y Tipper, S. P. (2006). Predictive gaze cues and personality judgments: Should eye trust you? Psychological Science, 17(6), 514-520.
Bayliss, A. P. , Paul, M.A., Cannon, P.R y Tipper, S.P. (2006). Gaze cuing and affective judgments of objects: I like what you look at. Psychonomic Bulletin & Review, Psychological Science, 14 Psychological Science, 14 (6), 1061-1066
Jonas, B., DeBruine, L.M., Little, A.C., Burris, R.P. y Reinberg, D.R (2007). Social transmission of face preferences among humans. Proceedings of the Royal Society B. 274, 899-903.
Nelson, C.A. (2001) The development and neural bases of face recognition. Infant and Child Development, 10, 3-18
Perrett, D. I., Smith, P. A. J., Potter, D. D., Mistlin, A. J., Head, A. S., Milner, A. D., y Jeeves, M. A. (1985). Visual cells in the temporal cortex sensitive to ace view and gaze direction. Proceedings of the Royal Society of London: Series B, 223, 293-317.
Raymond, J. E., Fenske, M. J., y Tavassoli, N. (2003). Selective attention determines emotional responses to novel stimuli. Psychological Science, 14, 537-542.