Julio Santiago
Dept. de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento, Universidad de Granada, España
A pesar de la asociación casi universal de la derecha con la vida, lo correcto, positivo, y bueno, y de la izquierda con la muerte, lo inadecuado, negativo y malo, descubrimientos recientes demuestran que las personas zurdas mantienen la asociación contraria. Los zurdos se convierten así en un caso crítico en el que las asociaciones conceptuales fruto de la experiencia sensoriomotora y las que se apoyan en usos lingüísticos y culturales se contradicen. Sus datos demuestran que la experiencia sensoriomotora por sí sola es capaz de generar asociaciones conceptuales abstractas.
Toda persona zurda tiene a menudo la sensación de haber nacido en un mundo equivocado. Desde el diseño de las tijeras hasta el de los teclados de ordenador, todo está pensado para los diestros. El que los zurdos sean capaces de adaptarse bastante bien a estos usos manuales contrarios a su naturaleza indica un primer dato interesante que a menudo se pasa por alto: la diferencia en habilidad motórica entre la mano dominante y la no dominante existe, sin duda, pero está lejos de ser grande. De hecho, las diferencias de velocidad y precisión entre mano derecha e izquierda que se suelen encontrar no van más allá de un 10%. Además, la mano izquierda puede entrenarse hasta altos niveles de ejecución, como sucede en el caso de los músicos o mecanógrafos. Esto contrasta con el uso intensivo de la mano derecha en más del 90% de las tareas que caracteriza a una persona diestra promedio (McManus, 2002).
El análisis simbólico de la derecha y la izquierda dió uno de sus primeros pasos en los ensayos publicados por el antropólogo Robert Hertz a principios del Siglo XX y que posteriormente fueron agrupados en un libro con el sugerente título de «La muerte y la mano derecha» (Hertz, 1960). Hertz fue muy consciente de que la diferencia biológica que favorece la mano derecha no es lo suficientemente fuerte para justificar su asociación casi universal con la vida, lo bueno y lo valorable, y la asociación correspondiente de la mano izquierda con la muerte, lo malo y lo miserable. Era necesario que estuviera unida a un sistema simbólico de polos conceptuales que toman sentido por oposición, dividiendo el mundo en compartimentos estancos y contrapuestos. Sólo ese contexto simbólico motiva el entrenamiento selectivo y la preferencia casi exclusiva por la mano derecha.
Ciertamente, la vinculación de la derecha y la izquierda con los sistemas simbólicos de las culturas del mundo es profunda, alcanzando a casi cada aspecto de la vida. McManus (2002) sugiere que el sistema de asociaciones original, al menos en las tribus indoeuropeas del Neolítico, vincula la derecha e izquierda con el movimiento del sol y los puntos cardinales. En el hemisferio norte, el sol no se sitúa directamente sobre nuestras cabezas al mediodía, sino que está inclinado hacia el Sur. Si una persona encara el amanecer, el sol iluminará y calentará su lado derecho durante el día, para desaparecer al caer la noche a sus espaldas. Esto genera un sistema básico de asociaciones entre el Este, el frente y el nacimiento; el Sur, la derecha y el calor, la luz y la vida; el Oeste, el espacio a nuestras espaldas y la muerte; y el Norte, la izquierda y la otra vida. Este sistema básico, común a un gran número de culturas, se conecta inmediatamente con otras distinciones bipolares de modos recurrentes. Por ejemplo, derecha e izquierda se asocian respectivamente con lo aristocrático y el pueblo llano, lo masculino y lo femenino, lo sagrado y lo profano, lo bueno y lo malo. Estas asociaciones, finalmente, controlan aspectos de la vida tan variados como las posiciones en que se entierran a los muertos, la distribución del espacio en casas e iglesias, las posiciones en que se sientan hombres y mujeres en la mesa o en el templo, la mano elegida para saludar, para jurar, para comer o para asearse. El vocabulario de los lenguajes está, cómo no, también repleto de manifestaciones similares como, p.ej., la palabra «siniestro» que deriva de «sinister», «izquierda» en latín. La sociedad y la cultura aportan, pues, el sistema simbólico en el que se asienta la dualidad derecha-izquierda. Sin él, esa pequeña diferencia en destreza motora entre las dos manos no sería capaz de producir tan amplios y profundos efectos en el pensamiento humano.
O así se creía hasta ahora. Recientemente, Daniel Casasanto (en prensa) ha descubierto que los zurdos tienden a asociar la izquierda con lo bueno y agradable, y la derecha con lo malo y desagradable, en contra del enorme poder del contexto cultural en que habitan y el lenguaje que utilizan. En uno de sus experimentos, Casasanto presentó a sus participantes un diagrama como el de la Figura 1. En él, se les instruía, se ve a Bob. Bob va a hacer una visita al zoo, y a él le encantan las cebras y cree que son buenas, pero le disgustan los pandas y piensa que son malos. El participante debía dibujar una cebra en el recuadro que representara las cosas buenas y un panda en el que representara las cosas malas. Los diestros mayoritariamente localizaron las cosas buenas en el recuadro de la derecha, mientras que los zurdos las situaron a la izquierda. Curiosamente, sólo el 14% de los participantes pensó que su elección tenía que ver con cuál era su mano dominante.
Figura 1.- Imagen cortesia de Daniel Casasanto.
Seguidamente, para ver si la localización izquierda o derecha era capaz de afectar valoraciones en dimensiones de personalidad abstractas, pidió a otro grupo de participantes que valoraran pares de objetos como los de la Figura 2, indicando cuál de los dos parece más inteligente, más honesto, más atractivo y más feliz. Y en un experimento final, se les pidió valorar qué candidato elegirían para un trabajo, o qué producto comprarían en una tienda. En todas las tareas, los diestros tendieron a valorar mejor al objeto de la derecha, mientras los zurdos favorecieron al de la izquierda.
Figura 2.- Imagen cortesía de Michael J. Tarr, Brown University, https://www.tarrlab.org.
Estos resultados demuestran que las experiencias sensorio-motoras, en este caso la mayor facilidad y fluidez de interacción con uno u otro lado del espacio, son suficientes para generar asociaciones estables entre dimensiones concretas como el espacio y conceptos de un alto grado de abstracción, como la bondad, inteligencia u honestidad. Son capaces de hacerlo, además, en un contexto cultural y lingüístico que claramente actúa en su contra. Estos datos aportan una de las primeras demostraciones claras de que la experiencia sensorio-motora puede ejercer una poderosa influencia sobre la conceptualización de incluso nuestras ideas más abstractas.
Referencias
Casasanto, D. (en prensa) Embodiment of abstract concepts: Good and bad in right- and left-handers. Journal of Experimental Psychology: General.
Hertz, R. (1960) Death and the right hand. Aberdeen: Cohen and West.
McManus, C. (2002) Right hand, left hand. Cambridge, MA: Harvard University Press.