Negociación social: cómo nuestro cerebro se anticipa a las decisiones de otras personas

Pablo Billeke
Centro de Investigación en Complejidad Social (CICS), Universidad del Desarrollo, Chile

(cc) Ben Grey.

(cc) Ben Grey.

Durante nuestro desarrollo nuestras conductas y cerebros se moldean para participar en complejas formas de interacción social. Por ejemplo, al enfrentarnos a una negociación resulta clave poder anticiparnos a las posibles decisiones de las otras personas a fin de llegar a un acuerdo. Investigaciones recientes han demostrado que la actividad oscilatoria cerebral está relacionada con esta expectativa que nos formamos sobre la conducta de los otros. Esta actividad cerebral guía nuestras futuras decisiones y se muestra alterada en pacientes con esquizofrenia. Los hallazgos de estas investigaciones pueden aplicarse para elaborar terapias de rehabilitación de habilidades sociales en enfermedades neuropsiquiátricas.

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¿Tenemos un cerebro preparado para realizar predicciones? Evidencia desde una tarea de detección

Javier Ortiz-Tudela y Juan Lupiáñez
Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento, Universidad de Granada, España

(dp) Horatio Henry Couldery,

(dp) Horatio Henry Couldery, «The unexpected guest», 1874.

Si pensamos en la función cerebral como fundamentalmente predictora del ambiente, nuestro sistema cognitivo debería contar con herramientas que le permitieran 1) establecer esas predicciones y reaccionar de acuerdo con ellas, y 2) detectar cuándo esas predicciones no se cumplen para disparar un mecanismo que lleve a adquirir nueva información para minimizar el error en las futuras predicciones. No obstante, aislar en el laboratorio estos dos tipos de procesos es bastante complicado. El estudio que presentamos aquí muestra una manera de separar la respuesta de detección (saber que algo está presente) de la de identificación (saber qué es ese algo). La primera serviría como señal de alerta ante la falta de predicción y la segunda sería un reflejo de esas predicciones hechas por el cerebro.

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Detección temprana de la dislexia mediante el reconocimiento de voces

María Jiménez (a), Manuel Perea (a), Paz Suárez-Coalla (b) y Fernando Cuetos (b)
(a) ERI-Lectura y Dept. de Metodología, Universitat de València, España
(b) Dept. de Psicología, Universidad de Oviedo, España

(cc) Jeffrey Anthony.

(cc) Jeffrey Anthony.

Un aspecto clave para la intervención educativa específica es la detección temprana de niños con riesgo de dislexia. En este trabajo presentamos una sencilla tarea conductual de asociación de voces (modalidad auditiva) con avatares (modalidad visual), en la que las personas con dislexia muestran un rendimiento más bajo que las personas normo-lectoras. Dicho patrón de datos ocurre no solamente con lectores adultos, sino también con niños. Por tanto, esta tarea de integración multisensorial puede ser empleada como un marcador de la dislexia, en conjunto con otras tareas (v.g., conocimiento fonológico).

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Cada lengua en su olfato: ¿Es realmente torpe el hombre nombrando olores?

Benamí Barros García (a) y Francisco Claro Izaguirre (b)
(a) Grupo de investigación “Estudios en Filología eslava”, Universidad de Granada, España, y European Humanities Research Centre, University of Oxford, UK
(b) Dept. de Psicobiología, UNED, España

(cc) Pedro Riberiro Simoes.

(cc) Pedro Riberiro Simoes.

Probemos a decir a qué huele la carne cruda o cómo es algo que huele a viejo. Se ha asumido durante mucho tiempo que el ser humano es torpe nombrando olores y expresando sus cualidades abstractas. Recientes estudios sobre el jahai y el maniq, lenguas habladas por pequeñas comunidades del sudeste asiático, ponen en duda la inefabilidad de los olores como característica universal, a la vez que podrían aportar ideas en el estudio de los mecanismos de la percepción en su relación con el lenguaje.

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La positividad de las lenguas

José Antonio Jódar Sánchez
San José State University, California, Estados Unidos de América

(cc) jvoves.

(cc) jvoves.

Como seres humanos, todos experimentamos sentimientos placenteros, pero también desgradables, que quedan reflejados en la lengua. Investigaciones recientes confirman que el lenguaje es naturalmente más positivo que negativo. De diez lenguas evaluadas en Dodds y col. (2015), el español es la más positiva, seguido del portugués y el inglés, de acuerdo con las evaluaciones sobre el grado de positividad de palabras en esas lenguas. También obras literarias pueden ser evaluadas de forma similar por el llamado “hedonímetro”. Todo ello apunta a que este positivismo natural en las lenguas se podría explicar a partir de nuestro desarrollo social actual.

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