Carlos Alfonso López García
EDUCAN, España
En los últimos diez años se han publicado más investigaciones sobre las capacidades cognitivas, emocionales y sociales de los perros y sobre su forma de interactuar y comunicarse con las personas que en el resto de la historia de la ciencia. Estos nuevos conocimientos pueden usarse para mejorar nuestra convivencia con ellos a través del entrenamiento. Este libro revisa la práctica totalidad de los conocimientos actuales sobre el comportamiento y aprendizaje canino desde la óptica del entrenador, ofreciendo una propuesta para convertirlos en aplicaciones prácticas que permitan el análisis e intervención sobre su conducta de una manera respetuosa y eficaz.
El entrenamiento de perros tradicionalmente se ha basado tanto en el aprendizaje asociativo común a muchas especies, como en las pautas de relación social especie-específicas observadas en libertad dentro de los grupos de cánidos salvajes, sobre todo los lobos. Sin embargo, el estudio del comportamiento y del aprendizaje ha evolucionado durante los últimos años. Entre los cambios más relevantes están el interés en la fisiología del cerebro durante el comportamiento, en las capacidades cognitivas que sustentan la conducta (y no únicamente en la conducta observable), así como en las capacidades de aprendizaje propias de cada especie e incluso de cada individuo.
Por su especial relación con nosotros, su integración en un medio doméstico y la consecuente facilidad para ser entrenados y evaluados en condiciones muy diversas, los perros se han vuelto protagonistas directos en la investigación sobre comportamiento desde una óptica cognitiva. Los conocimientos surgidos de estas investigaciones nos muestran una imagen de nuestros compañeros caninos tan diferente de la que teníamos hace unos años que se hace necesario desarrollar una nueva tecnología para su entrenamiento desde estas nuevas premisas, lo que constituye el propósito de esta obra (López García, 2014) .
Este libro plantea analizar el comportamiento del perro a través de cuatro dimensiones: la física, la emocional y motivacional, la cognitiva y la social, aportando una visión global y sistémica que sustituye a los reduccionismos usuales en entrenamiento. Respecto a la dimensión física, hoy sabemos, por ejemplo, que una conducta es plástica mientras se aprende y podemos modificarla fácilmente interviniendo sobre ella durante todo su desarrollo, pues está controlada por circuitos neuronales de deliberación. Cuando la misma conducta, tras un número alto de repeticiones, “cristaliza” en un hábito, el cerebro la trata de manera diferente. Se ha comprobado que se crean circuitos neuronales de hábitos que sólo están bajo control cognitivo voluntario durante su activación inicial y en su finalización (Graybiel y Smith, 2014), por lo que únicamente podemos cambiarla interviniendo en esos momentos, no durante su desarrollo. Por ejemplo, si un perro ladra al escuchar un timbre, y suponiendo que tras un largo tiempo esta conducta se ha convertido en un hábito, no deberíamos, como es habitual, activar el timbre, esperar a que el perro ladre e intentar corregir el comportamiento, lo que será poco eficaz y puede requerir técnicas poco amables. Trabajando para contrarrestar la activación inicial del hábito obtendremos un resultado más rápido y consistente, por ejemplo, arrojando al suelo pequeños trocitos de comida al escuchar el timbre, para que el perro se dedique a buscarlos en vez de ladrar.
En la dimensión emocional y motivacional existen múltiples ejemplos de cómo es necesario considerar fenómenos de esta índole, no observables, para llevar a cabo un entrenamiento eficaz. Baste citar cómo reforzar de manera externa una conducta intrínsecamente motivada tiene efectos paradójicos, disminuyendo el valor intrínseco de dicha conducta. Así pues, si la conducta sobre la que trabajamos era satisfactoria, premiándola podríamos disminuir el interés por realizarla. Esto permite diseñar técnicas innovadoras: en un caso que seguimos de cerca se logró eliminar la conducta espontánea de una orca de arrancar silicona de las ventanas de su tanque a base de reforzarla sistemáticamente con comida por hacerlo, y luego retirar los premios. ¡La orca ya no quería hacerlo gratis! Estas técnicas son prometedoras, pero todavía deben ser contrastadas.
La dimensión cognitiva tiene que ver con las capacidades perceptuales y representacionales estudiadas en los perros y cómo usarlas para mejorar su entrenamiento. Un buen ejemplo es la permanencia del objeto, esto es, la capacidad para mantener una representación cognitiva de la existencia de un objeto sin percibirlo con los sentidos. Al enseñar al perro a mantenerse tumbado en ausencia del propietario, para aportarle calma y seguridad podemos iniciar nuestra desaparición pasando por detrás de un obstáculo vertical de poca anchura, como un árbol. Cuando lo rodeamos, el perro nos pierde de vista por un momento, pero si es capaz de darse cuenta de que apareceremos en el otro lado, será razonable inferir que su inquietud al dejar de vernos será menor. Sencillo, inteligible y lógico. La visión conductista tradicional considera indiferente el tipo de obstáculo tras el que desaparecer: un árbol o una esquina. Pero la esquina no permite al perro inferir que apareceremos en seguida, generándole mucha más aprensión. Es fácil experimentar con ambos tipos de barreras visuales y ver la diferencia de resultados.
La dimensión social es quizá la que está aportando más novedades. En cognición social nuestros compañeros caninos han mostrado capacidades impresionantes. Después de nosotros mismos, parecen ser la especie más dotada para interpretar a las personas, muy por delante de otros cánidos e incluso de primates como los chimpancés, nuestros parientes más cercanos (Hare y Tomasello, 2005; Miklosi y col., 2003). Los perros siguen y confían en nuestros gestos. Entre dos cubiletes opacos, prefieren el que señala su propietario, haciéndoles incluso dudar cuando han visto poner un apetecible premio únicamente bajo el otro (Szetei, Miklósi, Topál y Csányi, 2003). Eso sí es confianza.
También se han observado niveles sorprendentes de empatía, que confirman la existencia de ciertos aspectos de teoría de la mente (la capacidad de atribuir pensamientos e intenciones a otros) en los perros cuando se relacionan con humanos. Un ejemplo es el fenómeno de la ayuda orientada, que implica adoptar la perspectiva del otro. Por ejemplo, al perro se le ofrece la posibilidad de pulsar un botón que abre una puerta, mientras ve que su propietario u otra persona intenta infructuosamente abrirla. Sin obtener por ello ningún refuerzo, los perros se mostraron capaces de reconocer los objetivos de la persona y su incapacidad para alcanzarlos, ¡y eligieron ayudar! (Bräuer, Schönefeld y Call, 2013).
Estas capacidades implican la posibilidad de un entrenamiento colaborativo que vaya más allá de que el entrenador sea un mero dispensador de refuerzos. El texto adopta estos cambios de perspectiva como base para analizar el comportamiento de los perros y entrenarlos, abandonando los reduccionismos y anacronismos que lastran a los modelos de entrenamiento actuales.
Referencias
Bräuer, J., Schönefeld, K., y Call, J. (2013). When do dogs help humans? Applied Animal Behaviour Science, 148, 138–149.
Graybiel, A. M., y Smith, K. S. (2014). Psicobiología de los hábitos. Investigación y Ciencia, 455, 17-21.
Hare, B., Tomasello, M. (2005). Human-like social skills in dogs? Trends in Cognitive Sciences, 9, 439–444
López García, C. A. (2014). Tu perro piensa y te quiere. Entrenar perros no es como te lo habían contado. España: Dogalia.
Miklósi, A., Kubinyi, E., Topál, J., Gácsi, M., Virányi, Z., y Csányi, V. (2003). A simple reason for a big difference: Wolves do not look back at humans, but dogs do. Current Biology, 13, 763–766.
Szetei, V., Miklósi, Á., Topál, J., y Csányi, V. (2003). When dogs seem to lose their nose: An investigation on the use of visual and olfactory cues in communicative context between dog and owner. Applied Animal Behaviour Science, 83, 141-152.
Manuscrito recibido el 2 de julio de 2014.
Aceptado el 8 de octubre de 2014.