Ana Marcet (a), María Fernández-López (b), Manuel Perea (b,c) y Ana Baciero (c)
(a) Dept. de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Universitat de València, España
(b) ERI-Lectura, Universitat de València, España
(c) Centro de Ciencia Cognitiva, Universidad Nebrija, España
La acentuación gráfica (tildes) en español es un tema que genera controversia entre los expertos. Partiendo del diferente (des)uso de los acentos gráficos en diferentes lenguas, nos cuestionamos si estos realmente ayudan a la identificación de palabras durante la lectura en español. Investigaciones recientes muestran que la omisión de los acentos gráficos en palabras no conlleva un coste en la lectura respecto a aquellas palabras escritas con sus correspondientes tildes. ¿Estaremos ante la decadencia del acento gráfico en español?
«En vn lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viuia vn hidalgo de los de lança en astillero, adarga antigua, rozin flaco y galgo corredor». (Cervantes, 1605, p. 1)
Así comienza, en su primera edición, una de las obras más destacadas de la literatura española: Don Quijote de La Mancha. Varios aspectos de esta frase llaman la atención hoy en día, como el uso indistinto de las letras u/v o c/z/ç, el empleo de algunas palabras ya en desuso (v.g., «adarga»), o la falta de acentos gráficos (tildes) en algunas palabras que, en el español actual, las requieren (“vivía” y “rocín”). Esta falta de acentos gráficos en textos antiguos nos remite a la siguiente pregunta: ¿ayudan las tildes al proceso de reconocimiento de las palabras durante la lectura en español?
En español, el acento gráfico tiene dos funciones. Se emplea no solo para señalar la vocal tónica de una palabra siguiendo determinadas reglas ortográficas (función prosódica), sino también para distinguir el significado de palabras que se escriben igual (función diacrítica). Los expertos en la enseñanza de la lectura y la escritura suelen indicar que la acentuación gráfica de las palabras permite: 1) leer y comprender el contenido de un texto de una manera sencilla y rápida, sin vacilaciones; 2) conocer cómo pronunciar las palabras; 3) leer palabras desconocidas; y 4) distinguir significados o contribuir a alcanzar una mejor comprensión (Torrego, 2009). Sin embargo, otros autores no contemplan un valor añadido en la acentuación gráfica, al menos en lectores adultos. En un conocido discurso de García Márquez durante el Primer Congreso de la Lengua Española en 1994, el escritor dijo: «Pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver».
El uso de acentos gráficos no es común a todas las lenguas romances. En español, estos se adoptaron del italiano, idioma que los tomó del griego. Concretamente, fue Antonio de Nebrija, en su texto Gramática Castellana (1492), el pionero en introducir un sistema de reglas sobre cuándo se deben usar los acentos gráficos. Desde entonces, ha habido varias reformas de la ortografía en español, la última en 2010 por la Real Academia Española, en la que se eliminaron los acentos gráficos en palabras con diptongos ortográficos como «guion», en el adverbio «solo» y en los pronombres demostrativos («este», «esta», «estos», «estas»…).
Teniendo en cuenta la ausencia de acentos gráficos en la mayoría de las lenguas, así como la “facilidad” con que las nuevas normas eliminan la obligatoriedad de su uso en español, la cuestión que nos ocupa es si realmente ayudan al reconocimiento de las palabras durante la lectura o si se trata de una reliquia de nuestro idioma. Para examinar si la omisión del acento gráfico conlleva un coste en la lectura, Schwab (2015) realizó un experimento en el que pidió a los participantes que clasificaran si el ítem que les presentaba era una palabra española o no (tarea de decisión léxica), independientemente de si llevaban su acento gráfico correspondiente o no (tanto «cárcel» como «carcel» serían palabras; se evitaron palabras como «sábana»/»sabana», en las que el acento gráfico distingue significados diferentes). Curiosamente, Schwab (2015) no encontró diferencias entre los tiempos de respuesta a ambos tipos de palabras («cárcel»: 659 milisegundos; «carcel»: 649 milisegundos) y concluyó que estos resultados arrojan dudas sobre la necesidad de los acentos gráficos en español.
En un experimento reciente de nuestro laboratorio, Perea, Fernández-López y Marcet (2020) examinaron hasta qué punto el acento gráfico ayuda a la codificación de las palabras en los primeros momentos del procesamiento. Los participantes habían de responder si el ítem que se les presentaba era una palabra o no (v.g., «FÁCIL» vs. «BÁMIL»). Para capturar los primeros momentos de procesamiento, los estímulos-test, presentados en mayúsculas, iban precedidos por un estímulo-señal en minúsculas que aparecía tan brevemente (50 ms) que los participantes no lo apreciaban. Este estímulo-señal podía ser: 1) idéntico (fácil-FÁCIL); 2) con el acento gráfico omitido (facil-FÁCIL), o 3) un control ortográfico cambiando la vocal acentuada (fecil-FÁCIL; véase la Figura 1).
Los resultados mostraron que los tiempos de identificación de las palabras fueron muy similares en fácil-FÁCIL y facil-FÁCIL, y que ambas condiciones fueron más rápidas que fecil-FÁCIL (véase la Figura 2). Por tanto, la omisión de la tilde en facil-FÁCIL no conlleva un coste de procesamiento respecto a la condición de identidad, de manera consistente con los resultados de Schwab (2015).
En definitiva, estos estudios revelan que, como sugirió García Márquez, las personas adultas leen palabras como «cárcel» o «fácil» sin coste de procesamiento cuando se omite su acento gráfico. Es decir, el uso del acento gráfico en este tipo de palabras no influye en su reconocimiento. Estas investigaciones no contradicen que la acentuación gráfica pueda ofrecer una guía eficiente para la lectura en voz alta en los primeros niveles de enseñanza o en el caso de palabras nuevas. Futuras investigaciones han de examinar el coste que supone la omisión de los acentos gráficos en su función prosódica y asistir así a la evolución de las normas ortográficas españolas.
Referencias
de Cervantes, M. (1605). El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha. Instituto Cervantes.
de Nebrija, A. (1492). Gramática de la Lengua Castellana. Editora Nacional.
Perea, M., Fernández-López, M. y Marcet, A. (2020). What is the letter é? Scientific Studies of Reading, 24, 434–443.
Schwab, S. (2015). Accent mark and visual word recognition in Spanish. Loquens, 2(1), e018.
Torrego, L. G. (2009). Ortografía Práctica del Español. Espasa-Calpe.
Manuscrito recibido el 15 de enero de 2021.
Aceptado el 17 de febrero de 2021.